Comentario
Son numerosas las causas que se han señalado para explicar el éxito del arte mudéjar, que alcanzó una enorme expansión durante los siglos bajomedievales, salpicando profusamente de monumentos casi toda la geografía española. Se ha hablado de condicionamientos geográficos para la expresión de la arquitectura románica y gótica, que utiliza como material la piedra sillar, difícil de obtener en muchos puntos del solar hispánico; también de crisis y recesión económicas, que explicaría la difusión de un sistema constructivo considerado más barato, y asimismo de la existencia de una mano de obra, los mudéjares, considerada en líneas generales más abundante, barata, rápida y eficaz.
Incluso otras consideraciones más culturalistas han aludido al declive de la influencia francesa en la arquitectura española, influjo que había sido determinante a lo largo de los siglos XI, XII, y XIII, muy patente en los monumentos románicos, en los monasterios cistercienses y en las catedrales góticas castellanas del período clásico, y que a partir del siglo XIII inicia una recesión, siendo asumido dicho papel por el esplendor y expansión de la arquitectura mudéjar.
Lo cierto es que todas estas causas de carácter socio-económico han sido poco contrastadas por la investigación actual, tal vez por carecer de fuentes adecuadas por una correcta valoración. Ya Manuel Gómez-Moreno había planteado que lo que en realidad se produce es la competencia entre dos sistemas de trabajo: el sistema de trabajo de cantería, utilizado en la arquitectura románica y gótica, con técnicas y mano de obra fuertemente influidas por la tradición constructiva francesa, y el sistema de trabajo mudéjar, con materiales, técnicas y mano de obra fuertemente vinculados a la tradición constructiva islámica.
Ovidio Cuella ha dado a conocer una importante relación de cuentas sobre las obras realizadas en la desaparecida iglesia mudéjar de San Pedro Mártir de Calatayud (Zaragoza) entre los años 1412 y 1414, que resulta sumamente significativa para valorar la competitividad del sistema de trabajo mudéjar frente al sistema de trabajo de cantería, y que en líneas generales rectifica bastantes de los tópicos apuntados más arriba.
Desde estas fuentes documentales aragonesas estamos en condiciones de afirmar que el sistema de trabajo mudéjar ofrece a comienzos del siglo XV una fuerte especialización en el proceso constructivo, mudándose incluso las cuadrillas que trabajan en cada una de las etapas fundamentales de la obra: cimentación, obra gruesa de ladrillo, obra de revestimiento y enlucido en yeso. Hay, pues, una destacada especialización y cualificación profesional, que permite deducir unos aceptables estándares de producción, competitivos no sólo dentro del sistema de trabajo mudéjar sino en relación con el trabajo de cantería.
Por otra parte, esta variada cualificación profesional se traduce en profusa diversificación salarial de la mano de obra, desde el maestro director de las obras, Mahoma Rami, en este caso, que percibe cinco sueldos diarios más dos de posada, pasando por un amplio abanico salarial entre cuatro sueldos diarios y un sueldo diario, en el que se escalonan el resto de maestros, oficiales y mozos. La mano de obra es casi exclusivamente mudéjar, ya que el porcentaje de la participación de mano de obra cristiana y judía resulta irrelevante, pero significativo para constatar que las diferencias de retribución no responden a razones de discriminación social sino a cualificación profesional.
Aunque no disponemos de suficiente documentación para comparar costes globales entre ambos sistemas de trabajo, sin embargo dentro del propio sistema de trabajo mudéjar estos costes varían considerablemente según el procedimiento de administración y contrata o adjudicación de la obra, lo que sin duda incide también en la calidad de la obra acabada.
En líneas generales puede afirmarse que el sistema de trabajo mudéjar resulta sumamente eficaz, a tenor de lo realizado en una sola campaña anual entre primavera y otoño; se ha calculado, siguiendo estos estándares de producción del sistema de trabajo mudéjar, que cada una de las torres de Teruel pudieron realizarse en una sola campaña anual.
Pero no puede decirse lo mismo ni de la abundancia de la mano de obra mudéjar ni de su baratura. Se ha conservado suficiente documentación real aragonesa que atestigua la precariedad de la mano de obra mudéjar, por otra parte muy apreciada, así como la reiterada insistencia real a los administradores para conseguirla. No obstante no debe olvidarse el importante papel jugado por la mano de obra mudéjar, de la que en el caso aragonés disponemos de abundantes nóminas de maestros para los siglos XIV, XV y XVI. Por lo que respecta a su baratura, ya se ha apuntado que no se aprecian diferencias salariales por razones de discriminación social.
Otra cuestión diferente, de enorme interés, es el reparto selectivo de encargos artísticos entre ambos sistemas de trabajo, el de cantería y el mudéjar, que se constata para el siglo XV y que responde más a la tipología y funcionalidad de la obra a realizar que a los posibles condicionamientos económicos. Todas estas consideraciones, aunque sólo están constatadas documentalmente para el siglo XV pueden retrotraerse sin duda a siglos anteriores.
En la consideración de los condicionamientos geográficos, entendidos como freno al sistema de cantería y motor del éxito del arte mudéjar, también hay que pronunciarse con suma cautela, ya que hoy día no se aceptan las tesis radicales y deterministas sobre el medio geográfico en relación con la creación artística. La voluntad artística ha superado en muchas ocasiones los condicionamientos del medio geográfico y contamos con numerosos ejemplos en el arte español; pero si el sistema de cantería se sobreimpone con alguna frecuencia al medio geográfico, más fácil resulta todavía que el arte mudéjar desborde, por su parte, lo que podría considerarse su espacio natural, en función de los materiales que utiliza primordialmente.
Hay que volver, pues, siempre a la razón histórica para la interpretación de cualquier fenómeno artístico. Como ha escrito con justeza José María Azcárate respecto del arte mudéjar, los factores económicos "contribuyen a su asentamiento y difusión", pero "no justifican por sí mismos la creación de un estilo".